Para un entrenador de fútbol, su trabajo es una constante búsqueda del equilibrio. Encontrar la manera de juego que permita a su equipo crear más ocasiones de gol que las que le generen en contra. Meter más goles que el rival. Lo que diferencia a cada director técnico y define su filosofía es la búsqueda de ganar con uno de diferencia, o varios.
Pizzi había estado en busca del equilibrio para su León, y al parecer la había encontrado, en un 4-4-2 que manejaba a los laterales por dentro, y del que resolvió el problema de la transición defensiva ordenando que los mediocentros cerrasen por delante de los centrales. Hubo entonces problemas cuando atacaban por la banda, y entonces el técnico argentino ordenó a sus extremos que recorriesen la banda hasta quedar por delante de los laterales, formando una larga línea de seis + dos, y la cosa se puso buena.
León encadenó cuatro partidos de buen juego, con ideas claras, un modelo de juego y tres victorias empañadas por una cerrada derrota contra Pachuca que fue fruto de errores individuales más que colectivos. El último de esos juegos, lo ganó jugando con tres defensas centrales, ante Santos, táctica que Pizzi había probado antes contra Talleres de Córdoba en un amistoso.
Las razones del porqué de la línea de tres fueron varias, y quedaron no menos discusiones sobre los motivos de Pizzi para llevar a cabo el cambio de sistema. Una propuesta fue que ante la imposibilidad de decidir qué central ente Nacho, Canuto y Botinelli debía salir, Pizzi optó por jugar con los tres, algunas otras, que prefería un fútbol más ofensivo y por ello trataba con la línea de tres; también se manejó el cambio de esquema como solución a las bajas de “Aris” Hernández y Fernando Navarro, claves y pilares del 4-4-2 de los laterales.
Como fuese, las cosas se torcieron. Una derrota por la mínima contra Veracruz dejo patente la dificultad de la zaga para defender espacios anchos, por falta tanto de trabajo como de velocidad y las circunstancias de lesiones y expulsiones obligaron a aparcar el esquema de tres centrales por ahora. La vuelta al 4-4-2 sostuvo al equipo durante el partido contra Cruz Azul, delicado por las circunstancias, hasta que finalmente ayer, la situación se volvió insostenible. Hay un corto circuito evidente.
El Rival
Actualmente, y fuera de toda duda, Monterrey tiene el mejor técnico de la Liga MX. Mohamed es un técnico que ha crecido con el fútbol mexicano, maneja ideas muy claras y tiene la confianza por los cielos. Se motiva además en una relación de cierto sentimiento con el equipo de rayados y en el varapalo de haber sido despedido de un club campeón por cuestiones de estilo tras haber hecho la temporada casi perfecta.
El “Turco” le planteó a Pizzi un equipó con tres centrales que, sin ser perfectos, le mostró al León como jugar con una aparente línea de cinco.
Atrás, Mohamed los dejó para que vigilaran a Boselli, pero también encargó al líbero que ayudase a la salida de balón y le dio libertad para ganar metros e incomodar a Montes o a Boselli, casi como contención.
Por delante, Mohamed puso sólo dos mediocampistas, a los que se le sumaban dos extremos y adelante tres delanteros que se repartieron posiciones entre caer a la banda, conducir como mediapunta y tapar la salida del León.
Fue un 3-4-3, que descuidaba las bandas, sí, pero que estaba diseñado para atacar rápidamente: en realidad el “Turco” prioriza la transición defensiva, así que no le dio mucho peso a su medular, que sólo buscaba detener el mediocampo leonés. La recuperación se traducía en salidas veloces, la pelota tenía que llegar a los delanteros y ahí que ellos aprovechasen su velocidad y técnica. Lo que tuvo mucho mérito en el equipo de Monterrey fue que las transiciones fueron siempre con el balón raso, pegado al piso, evitaron el pelotazo largo y eso evitó a los puntas que perdieran tiempo en controlar el balón. Fue un fútbol directísimo que se apoyó en los movimientos constantes de Dorlan Pabón para caer a la banda derecha, donde perdía marcas y enfilaba directamente a puerta.
Club León
La ausencia de Peña obligaba a recomponer una semana más el motorcito del equipo. Rocha fue elegido para realizar las tareas ofensivas y Vázquez el acompañante obligado escorado a la izquierda como interior. Finalmente, volveríamos a tener el gusto de ver a “Fer” Navarro y al “Aris” Hernández como laterales. Luis Montes arrancó el partido por el lado izquierdo y Elías por la derecha, como viene siendo costumbre. Adelante, Boselli de nueve y Martín Bravo trató de hacer de «Britos» por la derecha.
La pareja de centrales fueron Botinelli y Canuto.
El funcionamiento del equipo trató de ser acorde al parado. Salida de balón en largo para que los delanteros posicionaran al equipo en largo, laterales muy participativos en ataque pero también dando líneas de pase. Montes quedó con libertad de decidir donde lo requería más el juego y Elías trato de atraer marcas y abrir el campo.
Para defender, León contó nuevamente con la fórmula 4+2, en teoría Vázquez y Rocha debían acabar el peligro poniéndose por delante de Botinelli y Canuto. A la hora de atacar, Montes debía tener abiertas líneas de pase de los dos delanteros más “Aris” y Elías, e incluso, Vázquez.
El partido
El partido, y lo hago de una vez, se resume en lo siguiente: el Club León gusta de la elaboración del balón, de masticar la jugada. Monterrey se deleitó en la definición, el remate, en tragar el huevo sin preguntarse si estaba crudo o era un omelette.
En general, aunque eran tres los hombres de ataque de Monterrey, trataron de que en la salida de León quedasen dos en el mismo plano. En estas situaciones, Botinelli no se hace de rogar y suelta el pelotazo, pero Aldo Rocha decidió demostrar de una vez su balón y se animó a sacar la pelota. Tuvo un par de cambios de orientación de mucho mérito, y supo también encontrar al “Gallo” y a Montes y Navarro con pases cortos.
Monterrey apostó a vigilar a Montes con Zavala para evitar que jugase rápido y cómodo, espero que sus hombres de banda siguiesen a Elías y “Aris”. En la recuperación no había preguntas: Balón a Dorlan, o a Madrigal, o a Cardona.
El primer gol de Monterrey llegó porque “Aris” dimitió a defender la banda izquierda, pero también, y ahí estuvo la clave del partido, porque Rocha nunca entendió (ni le dijeron) que ante lo incisivo por la izquierda del León que tenían los delanteros regios, tenía que recorrer a velocidad el carril para meterse entre los centrales, que no tenían velocidad suficiente, para cortar su diagonales. Los rayados hicieron dos goles así pero pudieron ser cinco, aparte de los que sí hicieron. No se trata de un tema de velocidad, o de carrera sino de posición. Las recuperaciones de Monterrey lo encontraban muy alejado de sus defensas, y los segundos le jugaban en contra. Nunca llegó a cerrar.
Otro lastre para el equipo fue la posición de Vázquez. Obligado a hacer de Peña, no podía caer a la banda derecha, que demostró contra Talleres de Córdoba que le gusta, pues ahí estaban Elías y Navarro. A la izquierda menos, lo más que pudo hacer fue tratar de tapar el espacio que el lateral zurdo dejo a su espalda. Pero lo verdaderamente duro fue que no pudo, ni debía, ni era su deber porque sus características no son para ello, aportar la verticalidad del “Gullit”. Su incómoda posición, como la de un rey ahogado en el ajedrez, le limitaba y no pudo aportar los movimientos que tradujeran la superioridad relativa en medio campo en ventajas para su equipo.
Durante la primera media hora, o casi hasta el gol de Montes, León encontró las bandas como medio para hacer daño. En especial la banda derecha, donde Navarro se esforzó una y otra vez por activar el espacio que generaba Elías y que Cardozo les regalaba. De pronto, la pelota le llegaba al 10 leonés y volcaba el juego a la otra banda. Entonces Monterrey tuvo momentos realmente malos, pero supo sufrir y más que eso, León no pudo definir.
En una de esas Luis Montes pudo combinar por dentro y vacunó al arquero regio con un golazo de volea que marcó el final del partido para el León.
Ahí se acabó todo, porque después el equipo se transformó en una de jugadores que trataban de sumar pero no podían. El desacierto del equipo alcanzó el nivel de cortocircuito. El gol de Cardona, donde dio la impresión de que mentalmente los jugadores se encontraban ya en el vestidor por el medio tiempo, acabo definitivamente el encuentro.
Dio la impresión de que el León ya esperaba la fatalidad en su destino. Entró al segundo tiempo a jugar con la desesperación de un equipo que llega por detrás en el marcador en el minuto noventa, y en realidad quedaban todavía cuarenta y cinco minutos. El resto del partido fue la dilución de cada jugador:“Aris” desconectado de la defensa, Rocha, desaparecido y sin peso, Montes y “Gallito” desesperados en la intrascendencia de sus movimientos en el colectivo, Martín Bravo, que de querer abarcar tanto terreno termina por no aparecer por ningún lado. Hasta Elías terminó sin pena ni gloria. La expulsión de Navarro culminó el destino de la fatalidad del equipo, que defendió durante medio tiempo con diez y ocho pares de ojos y dos defensas centrales que son buenos en lo suyo, pero que no se complementan.
Parece que el tiempo de Caicedo en el club y el papel de Bravo como segundo delantero han caducado. O más bien son jugadores para ciertas circunstancias.
Yarbrough
Definitivamente, la convocatoria para vivir el sueño americano se le convirtió en presión y no motivación. Se le notó que no pudo evitar pensar que cada acción suya era la del guardameta de la Selección de Fútbol de los Estados Unidos de América. Sus capacidades naturales (salida rápida, juego de pies, agilidad) estaban intactas. Pero no estaba cómodo.
La desconcentración de un arquero se nota en su colocación. Yarbrough le costó muchísimo anoche ubicarse correctamente. Lo tomaron a contrapié, mal centrado, precipitado en el recorrido del marco. Es una situación entendible, y mirar hacia delante es la forma de salir de la misma. La suerte del portero, es eso, colocación. Y la colocación, es concentración.
El dato que refleja lo que fue León: el primer remate de Boselli se da en el minuto 57. Y fue el único.
El porqué de la línea de tres
Ayer quedó patente la intención de Pizzi al intentar jugar con una línea de tres. El contraste de ver a los tres de Monterrey, que aunque quedaron expuestos durante ciertas fases del partido dieron un buen juego nos pone en la ruta correcta. Precisamente el Club León carece de alguien que lea correctamente el juego como para cerrar entre los centrales cuando haga falta, para cortar cierto tipo de centros rasos envenenados. La intención de Pizzi era jugar con tres centrales para que Canuto pudiera correr más libremente en dirección a su puerta, pero también para que aprovechase su capacidad para incorporarse al medio y salir a cortar. Probablemente, aunque no lo hemos visto, tenga capacidad para hacer jugar la bola. Esto dejaría un poco más de libertad a Vázquez y “Gullit” quienes no juegan mal cuando deben pararse por delante de sus zagueros, pero de los cuales un descuido puede acabar en gol en contra, como contra Pachuca.
Ahora hay dos caminos, tratar de recomponer en base al 4-4-2 o seguir en la idea de tres centrales, pero con un matiz: en dos jornadas Pizzi volverá a tener a sus dos laterales disponibles, quizá antes si se recurre la roja de Navarro. El 3-3-4 podría transformarse en 5-3-2 con “Aris” y “Fer” como carrileros, puesto que no lo hacen mal al frente y un mediocampo Peña, Montes, Vázquez. Boselli adelante y un elegido que aporte según las circunstancias: “Chema”, Elías, Bravo, Sabah, Rocha.
De Pizzi, dejaremos que hablen sus declaraciones.
“Quiero quedarme y revertir ésta situación”.
Sus comentarios son bienvenidos en @NacionEsmeralda y @Akelandos.