Por Gabriel Márquez
Dormir del lado derecho, cerrar los ojos con la playera sin lavar desde su compra, levantarse con la pisada del pie derecho sobre el piso, rezar el rosario en las primeras horas de la mañana, ver las repeticiones de aquellas gestas heroicas cuando nadie más pensaba que se podría lograr, desayunar café y huevos o ni siquiera desayunar.
Todas ellas son algunas de las cientas cábalas existentes en cada uno de los aficionados que viven intensamente la pasión por cualquier deporte profesional que se practica, se vive y se siente en cualquier globo terráqueo. Para algunos es su vida y el resultado será consecuencia de su humor en la semana. Para otros, es meramente significativo y la influencia en su estado de ánimo será efímera.
Podrá ser subjetivas estas dos únicas aseveraciones sobre cuál está bien o cuál está mal, pero en esta ocasión no nos meteremos en camisa de once varas definiendo que sí y que no porque el sentimiento será primerizo para los aficionados panzasverdes.
Sí, quizás la cábala será la misma, pero se sentirá de forma especial por ser el preámbulo del debut del Club León en el Mundial de Clubes, aquel que tanto se negó por las lúgubres tardes y noches en Los Ángeles (2020), Florida (2021) y Seattle (2022).
Este año, el sentimiento fue distinto, y fiel a esa manía juguetona de colocar oportunidades de ‘desquite’ en formas de segundos partidos que son tomados como revanchas, la Fiera superó a sus fantasmas internacionales en la casa de Los Ángeles FC, allí donde, tres años antes, un doblete de Carlos Vela y uno más de Diego Rossi, les robó la ilusión de erigirse como los monarcas de su confederación: la Concacaf.
Y esta vez lo hizo con una solitaria pero mortífera anotación de lo que ahora es un ausente Lucas Di Yorio, quien culminó la fiesta que comenzaron William Tesillo y Ángel Mena en la ida.
Hoy, ese trabajo de seis meses atrás rinde frutos con la presencia del plantel en Arabia Saudita en lo que significa la consecución del sueño de jugar en el Mundial de Clubes al mando de su domador Nicolás Larcamón, quien más allá de sufrir tropiezos durante el semestre que se disputó en el campeonato doméstico, ilusiona a más de uno con el compromiso y análisis que demostró en su partida de León junto al plantel.
“Desde hace cinco días comenzamos a despertarnos por la madrugada para prepararnos en el tema de husos horarios. Vamos bien y queremos hacer un torneo histórico para el Club León”.
Una institución que pasó de viajar a Cihuatlán, Zapopan y Acapulco junto a su gente, acompañados de ese infinito riesgo que involucró jugar en el circuito sin reflectores llamado Primera División ‘A’, a hacerlo rumbo a Medio Oriente con el escudo del León heráldico sobre el pecho.
Porque esto es el disfrute después del abismo: la internacionalización llegó y, como jamás existe sensación alguna como la primera vez, esta competición del paraíso deportivo llamado futbol, ya es inolvidable para todos los aficionados verdiblancos, sea lo que suceda en el campo de batalla.